El alcázar se enteró de mi presencia y mandó a sus cinco mejores soldados a que me escoltaran hacia su grandiosa residencia con un gran pórtico en la entrada en el que me llamó la atención el relieve de este. Me fije en que era un buen sitio para negociar porque, sólo por la apariencia, parecía que eran muy adinerados.
Mi trato consistía en que nos hacíamos aliados a cambio de un tributo de 2000 cecas cada 15 puestas de sol. Él accedió completamente y me dio las gracias por este trato tan generoso. Entonces, me invitó a dar un paseo por el Gran Pórtico y el Salón Rico. Me gustó mucho y le pregunté que arquitecto lo había diseñado el me respondió que había muerto.
Al final de la visita, me regaló joyas para mi familia y varios cántaros bañados en oro de gran calidad.